lunes, 12 de julio de 2010

... para terminar con un "te quiero"

Atraganté la palabra con la tinta empalagosa de mi pluma,
y fue oscuro el esputo; comillas y puntos en caprichosa suspensión,
espuma pegajosa, "celos" y "decepción" sobre ella iban escritas,
palabras acotadas por un grito, salido de la garganta que el dolor irrita.

Algunas lágrimas que jamás terminaron de formarse empañan la transparencia del papel,
salinas, corrosivas; oxidan la sencilla maquinaria que hay bajo mi piel,
ralentizan el engranaje maestro de mi razón, y sus afiladas esquirlas perforan el corazón,
y se para, enrobinado y atascado por carecer del movimiento que provoca la emoción.

Escorias indeseables los motivos por los que un músculo empuja mi chatarra,
refrescado por el aceitoso sudor que supura otro despojo de la raza humana,
arañazos en los brazos por tratar de acercarlos a una espinosa meta,
encontrarla a ella, esfuerzo vano al no tener la fortuna por compañera.

Tenue la luz que penetra en la grieta de la opaca roca hecha de tinieblas,
brillante la presencia de tu ausencia, altanero cuando agacho la cabeza,
extenuado de esperar, de imaginar, de confiar en que el antídoto será el tiempo,
abrumado por estar seguro de no estar loco para terminar con un "te quiero".

jueves, 1 de julio de 2010

... para que el cielo sí exista

Siente el amargo peso de una soledad olvidada muchos años atrás,
cuando se cruzó con ella, y también con esa injusta guerra,
ahora parece poder recordarla, sin las arrugas compartidas de la edad,
será por eso que yo también le veo tan joven como a la mujer a la que añora.

Hombre sencillo, vecino amable, anciano y más sabio que nadie,
consciente de que, tras una vida en compañia, ella tuvo que dejarle,
mirada vidriosa que supura el dolor propio de una muerte tan injusta,
su vejez, y la de ella, eran el mejor reflejo del sentido de otra vida absurda.

Absurda porque ella no está, eternas noches hasta que a él también le llegue el final,
cuando de nuevo se crucen; estuvieron juntos hasta la muerte, y lo estarán más allá,
me dice que no pretende esperar, que la ama, que la necesita; entonces empieza a llorar,
rudas lágrimas resbalando sobre su curtida piel, una imágen prodigiosa, que a mí me hace temblar.

Días más tarde él también se fue, y mi preocupación llegó mucho más lejos,
pues si hay un Dios, si alguién desde aquí realmente puede escuchar mi rezo,
reniego de su credo, a menos que les conceda una última y auténtica salida,
para que ellos sí se vuelvan a encontrar, para que el cielo sí exista.

Descansen en paz; juntos, sea cuál sea el lugar.
 
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