sábado, 25 de diciembre de 2010

... para poder dormir

Dormida junto a mis últimas caricias es como ahora te recuerdo,
en las que siento cálida tu felicidad, cuando inunda mis dedos por notarla transpirada,
mientras que las marcas de mis peores pesadillas cicatrizan, finalmente olvidadas,
y el sol de la mañana se atreve a robarme el silencio de tu cuerpo.

Saboreando tu perfume, en mis labios, si me atrevo a despertarte con un beso,
oliendo a vida en el aliento que me regala entonces tu boca,
quedándome contigo, aunque no me veas, si es que estás a solas,
quedándome con cada orgasmo al pasar mi lengua caprichosa por tus pechos.

Llorando sin una sola lágrima en mi rostro de por medio,
deseando verte como eres, verte tuya, verte sonreír,
sin que para la pasión que siento exista algún remedio.

Así se acabaron juntos esos meses en los que solo pude maldecir,
escapar de la catástrofe en la que me sentía triste y como un necio,
y es que tus cuatro sílabas me las canta el sueño para poder dormir.

jueves, 16 de diciembre de 2010

... ese par de ojos marrones.

           Hace ya un año, o tal vez no tanto tiempo; quizás solo un suspiro, un instante; tal vez una pesadilla que comenzó en invierno. Pero un calendario me asegura que han sido trescientos sesenta y cinco días, que la Tierra ha dado otra vuelta alrededor del Sol; que ya soy otros doce meses más viejo. Sí, hace un año que todo se acabó. Es el aniversario de otro desencuentro, del final de otra historia que, si no fue de amor, al menos sí fue la catástrofe quien la dirigió.
            Se fue, creo que en más de una ocasión esto ya os lo conté; cómo me pidió que yo le devolviera la soledad que ella a mí también un día me robó, con la diferencia de que yo ya no la quería. ¡La prefería a ella! Con sus metafóricas caricias que no decían de noche lo que aparentaban ser cuando todavía no amanecía. Se fue, creo recordar que un jueves, como hoy; ¿no lo ves?, las coincidencias todavía nos persiguen, ¿tan fácil creías que tú te desvanecerías?
            Fuiste una cicatriz imborrable, una mancha de tinta oscura en la aparente claridad de mis ideas. Fuiste el plácido sueño  que se tornó en pesadilla, obligándome a despertar sin la suerte de que hubiera otra oportunidad de conocerte en esta vida. Fuiste unos besos, fuiste un rechazo, fuiste un verano al que le crecieron alas, que luego aprovechaste para irte. Me abrasaste donde un día latían al unísono un par de corazones, me quemaste con la serenidad esa que tienen ese par de ojos marrones.    
          


 
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