Hay veces en que las protestas son más que unas duras palabras,
se visten de esperanza, ondeando unas banderas enormes y blancas,
hay momentos en que los gritos mudos se oyen mejor que los disparos,
hay días en que, sin quererlo, transformamos la mierda en maravillas.
Entonces podemos ver puñados de personas tan pobres como unidas,
tomando el pavimento como una posada, en las noches menos frías,
luchando por cambiar, si no el mundo, sí las formas grotescas que lo dominan,
dejándose el pellejo por todos los que no opinan, por la inmensa mayoría.
Ahora se habla de justicia, pero a sus espaldas, porque está ausente,
esa dama tan atractiva, tan preciosa, que debe ser una mentira,
esa que dicen que está dentro de unas cuantas urnas de cristal,
pero no creo que algo tan enorme se pueda llegar a encarcelar.
Así esperamos impacientes el veredicto del mismísimo destino,
la solución que nunca llega, el principio del sueño que así se lo merezca,
la aparición de un mesías que no empuñe abusos, hurtos ni falacias,
un mañana que tenga nombre de mujer, pongamos por ejemplo,
DEMOCRACIA.