jueves, 1 de julio de 2010

... para que el cielo sí exista

Siente el amargo peso de una soledad olvidada muchos años atrás,
cuando se cruzó con ella, y también con esa injusta guerra,
ahora parece poder recordarla, sin las arrugas compartidas de la edad,
será por eso que yo también le veo tan joven como a la mujer a la que añora.

Hombre sencillo, vecino amable, anciano y más sabio que nadie,
consciente de que, tras una vida en compañia, ella tuvo que dejarle,
mirada vidriosa que supura el dolor propio de una muerte tan injusta,
su vejez, y la de ella, eran el mejor reflejo del sentido de otra vida absurda.

Absurda porque ella no está, eternas noches hasta que a él también le llegue el final,
cuando de nuevo se crucen; estuvieron juntos hasta la muerte, y lo estarán más allá,
me dice que no pretende esperar, que la ama, que la necesita; entonces empieza a llorar,
rudas lágrimas resbalando sobre su curtida piel, una imágen prodigiosa, que a mí me hace temblar.

Días más tarde él también se fue, y mi preocupación llegó mucho más lejos,
pues si hay un Dios, si alguién desde aquí realmente puede escuchar mi rezo,
reniego de su credo, a menos que les conceda una última y auténtica salida,
para que ellos sí se vuelvan a encontrar, para que el cielo sí exista.

Descansen en paz; juntos, sea cuál sea el lugar.

3 comentarios:

  1. Conmovedor con un toque de amargura...
    Me encanta.
    Un Beso :)

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  2. No, el cielo no existe, porque todo esto se me está haciendo como un infierno...

    Algo así te puse en el comentario que se ha borrado, espero que por arte de magia, como todos los demás :S
    A qué jugamos??

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  3. perdoname por molestarte otra vez solo quiero saber de vos
    hace ya mucho que no hablamos
    es que te extraño
    te quiero muchisimo
    tu hermanita

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