domingo, 22 de mayo de 2011

... un mañana que tenga nombre de mujer

Hay veces en que las protestas son más que unas duras palabras,
se visten de esperanza, ondeando unas banderas enormes y blancas,
hay momentos en que los gritos mudos se oyen mejor que los disparos,
hay días en que, sin quererlo, transformamos la mierda en maravillas.

Entonces podemos ver puñados de personas tan pobres como unidas,
tomando el pavimento como una posada, en las noches menos frías,
luchando por cambiar, si no el mundo, sí las formas grotescas que lo dominan,
dejándose el pellejo por todos los que no opinan, por la inmensa mayoría.

Ahora se habla de justicia, pero a sus espaldas, porque está ausente,
esa dama tan atractiva, tan preciosa, que debe ser una mentira,
esa que dicen que está dentro de unas cuantas urnas de cristal,
pero no creo que algo tan enorme se pueda llegar a encarcelar.

Así esperamos impacientes el veredicto del  mismísimo destino,
la solución que nunca llega, el principio del sueño que así se lo merezca,
la aparición de un mesías que no empuñe abusos, hurtos ni falacias,
un mañana que tenga nombre de mujer, pongamos por ejemplo,
DEMOCRACIA.

miércoles, 4 de mayo de 2011

... en tantas y tantas palabras heridas

 Busqué tus huellas entre las pisadas de demasiada gente, baldosas en tertulia con los indigentes,
esa ciudad costera, sin mar con el que confesarse, y ese río seco que no escuchó mis deseos de olvidarte,
y me encerré en la cueva de mi sexto piso, la fortaleza en ruinas que era mi cerebro seco y retorcido,
con sudores fríos, como baños en plena madrugada, y páginas en blanco, allí donde mi tinta terminó ahogada.

Seas tú, o seas ella, ven y dame las muchas palabras que aún me debas,
esas caricias de retórica, esas cosas, que no las quiero más que por su belleza,
acércate otra vez, no tengas malas prisas, que mis ansias bastante ya me precipitan,
y te juro que ya no dudaré; cuando tú digas mi nombre, ya no preguntaré más el por qué.

Mi caligrafía se levantaba, las vocales empeñadas en no dejarse articular en otra triste palabra,
se escondían tras las mayúsculas de un primer verso, negándose a salir si no las escuchaba yo un momento,
tuve que convencerlas de que conmigo serían poesía;  pero a día de hoy, las muy tercas, todavía desconfían.

No culpo a mis innumerables letras por no creer en la fe que profeso yo por ellas,
tantas veces han sido mi única salida, tantas veces las he visto como tiernas y fieles amigas,
que ya no sé si estarán cansadas de repetirse en cada rima, o en tantas y tantas palabras heridas.
 
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