miércoles, 10 de marzo de 2010

Miércoles por la noche

          Son las once y media de la noche del Miércoles, y acabo de despertarme. He adoptado la costumbre de dormir durante el día, no para estudiar toda la noche, sino porque la luz del Sol ayuda a espantar las pesadillas.
         Ya han pasado casi tres meses, la verdad se ha hecho algo más llevadera, es cierto, pero los terrores nocturnos no han dejado sitio todavía a ningun sueño nuevo. Tres chicas han pasado por mi cama desde entonces, tres maravillosas personas sin duda; pero para mi siguen siendo solo gente. ¿Por qué soy tan injusto con aquellos que se prestan a sacarme de esta soledad? Además eso; llevo toda mi vida solo, buscando ese aislamiento y sacándole provecho, pero es ahora cuando la soledad se me presenta hostil. ¿No será que ha ocurrido algo grave? ¿Tanto de mi se ha quedado ella? ¡Pues que me lo devuelva!
          Estudiar se me hace imposible, y sin embargo mi expediente académico está limpio de suspensos. ¿Suerte? Intento concentrarme en todo lo que hago, pero no le veo sentido; quizás es que no deseo seguir más tiempo con esta farsa.
           Hoy me han vuelto a repetir su nombre, cada vez que lo escucho me atraviesa de lado a lado para luego perderse más allá de donde puede llegar mi sensibilidad. Se ha convertido en un dolor instantáneo, intenso, que aparece cuando menos te lo esperas; pero nada más.
           Y yo estoy aquí, desencantado de todo cuanto me rodea, harto de fingir que ya no me importa nada de lo que pasó. Echo de menos algo, algo que en realidad no me ha abandonado: la inconsciencia.

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